martes, 4 de febrero de 2014

Los sabiondos

Muchos hinchas, ahora entendidos en la materia, se niegan a asumir que el tan padecido descenso se veía venir. Con sabiduría empresarial, nos dicen desde redes sociales, declaraciones públicas, expresiones espontáneas, cosas por el estilo "fueron desastrosos administradores", "no tienen experiencia, ni vergüenza" y demás reflexiones que los coloca, cuanto menos en voceros de la vida política argentina.
Ninguno, sin embargo, se hace cargo de la década tristisima; ni que decir de los últimos 20 años donde desfilaron tantos técnicos de ideología y dudosa formación,  más los doscientos futbolistas de perfil medio, por llamarlos generosamente. Eso sí, aquellos que fueron negociables, les cayeron bárbaro a los dirigentes de turno.
Ahora y probablemente para los revisionistas históricos, Cantero será malapalabra. Aunque el tipo sigue derrapando con su falta de habilidad para declarar, algunas voces de jugadores y sobretodo, acciones, dan cuenta de un tipo común que quiso ponerle el pecho a la crisis del amor de su vida. Así Zapata se refirió a un hombre que ligó los palos de un ámbito corrupto, palabras más, palabras menos. El Pocho volvió aún cuando las desprolijidades de gestiones anteriores apagaron la devoción de una tribuna que lo soñó como el reemplazante más fresco (o puro) del inmaculado Bocha. Todos sabíamos que la oferta al Galatasaray tenía mucho de tufillo pesetero, por dar alguna descripción exótica a la corruptela del pase. ¿Se acuerdan de las denuncias de Rumenigge, por pedido de peaje en otra negociación? Ojo, no hace falta caerle solamente a Comparada. El gran problema rojo fue su línea directa con el gran destructor del club, don Julio, claro.
Ahora, los desesperados, con Constitución en la mano, piden por Moyano, por Julito, por una mejor vinculación con la AFA, para saltar la afrenta de ser pobre, descendido. Son gremialistas al momento de reivindicar los derechos de los jugadores que se tomaron vacaciones en el club, como si se hubiesen instalado en un casino, a la espera de su número ganador (e indemnizador) y furibundos empresarios, al momento de pedir "que se vayan todos, que el plantel de junio sea barrido íntegramente, que el ascenso no se festeja" y tantas otras boludeces para emular una cátedra del "deber ser", como si el Rojo se hubiese desarrollado en el corazón de Suiza.
En el país de los cantones, precisamente estarán todos los billetes que se dilapidaron con cada pase, léase el Kun, pero también Milito, Frutos, Denis, Biglia y Ustari. Sin olvidar Leo Franco, Vuosso, etc. Pero a quíen le importa, mañana, o el domingo, el veredicto será expresado en la cancha. Ninguno valorará la determinación de incorporar a Pisano (capricho del presi), repatriar a Insúa o sostener a un Parra, que eludió las ínfulas de falsos salvadores, para quedarse con un club que, al menos, lo contuvo, como aquellos que protegían a los pibes, sin habilidades estridentes, pero notablemente sacrificados. Ah, sacrificio, es una palabra que nadie reivindica, todos quieren guita, fortuna, capacidad negociadora (y disuasiva)
En síntesis, creo que el Rolfi y el Pocho, sumado a Gabi, por supuesto y otros del plantel que se bancaron tantos palos, se quedaron para marcar un camino distinto, sin medallas, ni marketing, pero más genuino, hacerle frente a las dificultades y demostrarle a los que se fueron (colegas y dirigentes), que creer en el Rojo, en las buenas voluntades, tiene sentido. Nada despreciable para los que nos sentimos contentos cada vez que coreamos "el orgullo nacional". Frase antagónica que no le calza, ni a Grondona, ni a Bebote, ni siquiera a Moyano y a tantos sabiondos que sólo logran que nos agarremos la cabeza con la sola mención de su nombre, como alternativa a futuro.

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