lunes, 8 de diciembre de 2014

El pecado de volvernos impredecibles

La vida, o mejor dicho, el Rojo, tiene esas cosas. Desde hace treinta años exactamente, nos volvimos impredecibles. Acaso por eso, después de escribir un post abriendo una puerta para nuevos hinchas de Independiente, uno se encuentra, si no al borde del precipicio, transitando el medio de la nada.
Y no hay que exagerar, cuando hoy a la tarde, los máximos exponentes que la memoria de los diablos (y la vejez) jueguen su partido de autohomenaje (con el Bocha, Percudani, Trossero, a la cabeza más el resto que supimos y sabemos recitar de memoria), al hincha se le cruzarán los años de la democracia, la gesta heroica contra los ingleses (sí fuimos primeros, antes que el Diego) y un sabor amargo, que va más allá de nuestra fama y paladar negro.
Porque lo que vino después poco tiene que ver con estas efemérides constantes que colegas saben rescatar y conseguir entre noviembres y eneros. Sí, ya sabemos que el equipo de Brindisi nos deleitó, después de quejarnos de aquel de Solari. Que el 2002, nos devolvió por un ratito la confianza, para simular una sequía de intermitencia y mediocridad futbolera. Que lo del Turco y la Sudamericana fue una quimera, pero no menos loable que el último mediocre campeón de la libertadores que se jacta del marketing antes que del juego.

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