Como sea, que la memoria los borre cuanto antes, pensará esta "lúcida" y personalista comisión.
Paradójicamente, quien lidera al "nuevo" Independiente, lo hace desde el gremio (donde se firmaron renovaciones varias y se cocina la futura torta), como un cacique.
No porque la cultura indigenista sea errónea en si misma; bueno, para salir de metáforas evidentes, mejor pensarlo como un Hoffa, mandamás que busca el bien común, bah, otro don Julio, hábil en las batallas callejeras, pero más de cabotaje.
Ahora cocinan todo borrando nuestros nombres propios, para transformarlos en metas incalculables, creen que el prestigio se compra. Que la hidalguía es darles una pensión a la viejas glorias rojas, borrar lo logrado hace unos meses como sea y a lavar, a lavar mi vida.
Así Almirón suma sus conocidos de Godoy, espera llegar al número 18 (más o menos los jugadores que contrató su rival Cocca) para dejar contento al otro jefe en las sombras.
¿Y el Rojo? Bien gracias.
Escucho audiciones que se hicieron puristas con Milito y cantaron eso del Escudo ante todo, para mejorar su imagen. Mentir para durar.
El padre del Kun no ve la hora de que la siembra de nuestro último ídolo exquisito, salpique a los pibitos que le siguen, aquí o donde sea.
Por eso cuando hablan del escudo, uno no puede dejar de pensar en ¿lo qué?
Seguramente, cambiarán Libertadores de América por Ricardo Bochini, con justicia y de paso, nos cuidamos el culo.
A ver si los bosteros, hábiles en esto de hacer negocio, nos igualan y el nombre del Estadio, que emulaba un propósito más grande, queda castigado por estas tres (nuestras) décadas infames, futbolística y administrativamente hablando.
Encima se mueren por sacarse de encima a Federico Mancuello. El único que con sacrificio trabaja para ser referente y dejar algo.
Acaso la nobleza no sea más que una fallida metáfora de tipos que soñaron con un club grande en serio.
Como papeles en el viento.
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