Del 2-0 me traje, por ejemplo, algunas fotos: un abrazo cómplice con Saverio que desde hace meses se volvió código obligado, como quien con las malas y todo, entiende que hay esperanza al final del camino.
También una modalidad divertida de la caminata a la salida, la de cambiar por ejemplo hamburguesa con cebolla por hambur y huevo. El ingenio de los muchachos por atrapar el paladar negro, no descansa.
También me traje una foto con mi hijo mirando los Siete puentes: 2 y 4, 2 o 5, según el andar distraído. Y todo lo que refiera al número bíblico, entusiasma. Además de nuestras 7 libertadores, claro está. Uno recuerda las caminatas, la desgracia del Mono, el milagroso e impagable desafío de recorrerlos en bicicleta, hasta desembocar en Pavón. En este juego arbitrario de los puentes y los números, me gustaría pensar que nos quedan 7 obstáculos por sortear, para finalmente madurar y aprender de los errores.
De hecho, escribo esto 24 horas después de que los últimos referentes de mi Club, pasaron por un club cuyano y dejaron juguetes para los chicos. Qué bueno que suceda esto, más allá de marketing, o lo que quieran llamarlo. Qué bueno que un club tenga un fin social y sepa separar lo eventual de lo importante.
Federico Andrés @fedemancuello · 19 hHace 19 horas Linda tarde en el Hospital Rawson. No hay nada más lindo que la sonrisa de un niño
El tipo va más lejos de los estrategas y oportunistas. Ahora, mientras todos esperan un superclásico superinflado. Nosotros miramos el único cambio rojo. Pensamos que las siete plagas pueden ser pasado, que siete notas musicales son suficientes para hacer sonar la música que nos gusta. Y que lo de los siete pecados capitales, bien podría tocarle a otros, porque pagamos y pagaremos.
Siete puentes ahí, enfrente del Libertadores. Se recorren, se suben y se bajan. Son con adoquines, a prueba de temerosos y blandengues. Pierna firme y templada, también se necesitan para pedalear y superarlos.
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