lunes, 22 de septiembre de 2014

Digerir el cacareo

(Escrito post insomnio de un lunes más realista)
Faltan escasos minutos para que arranque el partido. Se retuitea la audacia prometida y escrita desde el micro de Almirón:
"Camino al monumental , no hay presión la presión genera desconfianza , nosotros vamos enfocados en ganar nuestra confianza es inquebrantable" y el juego motivador entusiasma.
Después, la sola imagen del Monumental atempera los ánimos. No sólo por las resultados y las estadísticas (coincido con el DT rojo, en esto de que "están para romperse"), sino por la frialdad que caracteriza a este estadio. La veo venir desde el ingreso de mi equipo. No entiendo como pueden llamar pecho frío desde esa heladera. Mezcla de foso gigante, el lugar (a no olvidarse) fue reformado por los milicos para el Mundial 78. Bue, tampoco hay que hacer una crónica de tal tipo, pero el frío siempre se percibe.
De golpe repaso algunos de los recitales en el lugar: uno extremadamente perfecto de los Rolling que me dejó poco y otros dos valiosos que a medias terminaron aclimatándose al marco hostil: Waters y Paul. El Beatle, sin embargo, por suerte no llegó a aclimatarse.
En cuanto al fútbol, recuerdo la noche en que el Zurdo López, silenció al canchero de Ramón, en una semifinal de Supercopa, igual de primaveral pero lógicamente fría. Ganamos y en aquel momento uno pensó cómo celebrarían los locales en caso contrario en este ámbito donde las voces de las tribunas no terminaban de bajar nunca.
El encuentro se da dos horas después del silencio que quedó en la redacción con el empate en tiempo de descuento de Banfield, que dejó furiosos a los bosteros de Deportes.
Algo menos, del primer bardeo de amigos faisbukianos que se jactan de su paternidad y que comienzan a eticarlo a uno con cada festejo. Festejos que no leeré. ¿o acaso el único derecho que nos queda es darle me gusta a cualquier taradez
Aquí y ahora, el Ruso Rodriguez ingresa con el resto. Hay papelitos, piso mojado, ya es costumbre y cuatro minutos de gracia antes del primer gol de la gallina. Un centro-tiro libre del delantero con nombre de chiste tano, pone las cosas en su lugar. No habrá goleada en cero a favor del rojo.
"Ya está lista la motivación del visitante para dar vuelta el encuentro como en partidos anteriores", me digo en esto de ir acostumbrándome a lo peor. Es raro, pero uno se va acostumbrando a lo malo y sabe que la suerte se da cuando se intenta revertir (o al menos empatar) desgracias con una más previsible realidad.
Escribo desprolijo o mejor dicho inconexo, desde la calentura, como debe ser, con el partido liquidado y los sueños trucados o troncados. El juego se hace difícil, la facilidad de hace 7 días donde el Ruso eludió a un delantero, se vuelve una torpeza de riesgo que, para nuestra fortuna queda en nada.
A esta altura uno lamenta que la audacia de las palabras de Almidón, como le gusta llamar al DT, una hincha colega vía twitter, no se haya traducido en los once iniciales. Pizzini espera en el banco, Pisano, siente el peso de la titularidad y los centrales ratifican que es de guapo defender, pero de arriesgado o delirante, hacerlo con los pies, si no sos muy virtuoso.
¿Y ellos? Ellos celebran, nos ningunean como siempre, pero también son arbitrarios, como buenos hinchas, nos recuendan la B, un año después de sus desgracias. Gallardo, osado el guardiolita del subdesarrollo, luce un pulovercito rosa y si la memoria no falla, uno recuerda el relato del Beto Alonso con su fitito del mismo color. De ahí, a su dudosa sexualidad, siempre ensalzada por los contrarios, hay un pasito.
El fútbol te vuelve insolente, a los talentos por sus permisos y a nosotros, por la intolerancia, frente a la adversidad.
Mancuello hace lo que puede. Al menos no agacha la cabeza como le enseñó el Tolo y va más lento y criterioso. El Rolfi quiere hacer cambios de frente pero nadie se muestra demasiado. El pobre pibe Villalba la pide siempre, a riesgo de perderla idem. Bellocq podría ser patrón si no tuviera un tandem insoportable como el de Rojas-Kranevitter-Sánchez. Igual los dolores de cabeza vienen a sus espaldas, antes que de frente. La dupla de centrales no entiende nada, no sabe interpretar aún el fútbol mexicano y compromete a nuestro arquero.
El primer tiempo casi se extingue y viene el segundo. Un colega, de River él, baja el monto de la cifra que intentó apostarme pero yo me río y la descarto. No quise apostar. No todo es guita en la vida. O la falsa idea de bancar lo propio jugándote los billetes. Ojalá lo entienda Moyano, también. Su escasa chequera cuando lo necesitábamos ahora resuelve soltar de a 400 lucas con cada clásico. No es justo para quienes la sudaron jodida y no va a ser una salida fácil ahora, sólo por poner un morlaco encima del otro.
El descanso llega con el corte. No sé por qué pero entre el resumen y el resultado, sospecho que la tanda de FPT me va a resultar insoportable. Ahí está feliz Pollo Vignolo sonriéndole al hoy atinado "bocaesuncabaret", Latorre, medido pero siempre remitiéndonos al equipo de enfrente a todo hincha de Independiente (¡Pensar que Cantero lo tentó para ser nuestro manager!)
El cambio cantado es el que no se animó Almirón durante el primer tiempo: Pizzini x Ojeda. El inesperado, a diez minutos de jugarse en el segundo, es el de Jesús Mendez por el Rolfi. Injusto para el 23. El técnico lo expuso ante los suyos, ante los hinchas rojos y ante los gallinas, con el consabido y esperado chiflido de todo el estadio. No lo merecía. Montenegro podía haber dado alguna otra oportunidad y fue el único que se animó a calentar el clásico minimizando los recontramultiplicados elogios de los chupamedias de turno.
Asumo que la vuelta del laburo a casa es mejor que seguir en un lugar que me deja poco y nada. Escucho al devaluado pero querible Victor Hugo, en lugar de otras radios partidarias que a veces "suenan de la contra", diría mi abuelo. El toque y toque de River en la solitaria ruta apenas se banca. "Vamos, Rojo", le grito a la radio, vamos que se puede, buscando que eso que llaman energía llegue a destino.
Son ocho los minutos de ilusión. Los nombres habituales del partido, se transforman en los nuestros. Bellocq manda un poquito más, Villalba resurge en el relato, lo  mismo que los Pi (Pizzini y Pisano) y Riaño. Será Fede, sin embargo, quien escupa el grito de gol desde mi boca.
El black tiene varios mensajes y yo imagino los dos primeros, en relación a la contra y el último, de Gabriela me dice "Vamos". El grito, en solitario, quiero que lo sepan, también está bueno. Encima los silbidos de los locales se enmudecen con el amenazante empate.
Llegar a casa y la mano gallina que no se cobra, deriva en un moco de Tula. Si nuestra esperanza de creación carga con su diminutivo (Pisanito), ya es momento de rebautizar al central como Tulita. El tipo siempre remite a un gladiador que vaya a saber por qué boludez, se dejó en la celda su espada y salió a la leonera con lo que tenía puesto.
El curso de las cosas se va torciendo a la realidad esperable (para ellos, claro) mi diario de lunes, anticipado, dejará sin remedio lugar a otro más palpable donde los buenos son ellos y los malos, como debe ser, los nuestros. River tiene ganas de sobrar la noche y pone a sus pibes sin resultado. En cambio Mora, tras recibir un pase cruzado, la toca por arriba del nuestro y cierra el cortejo aunque falten diez.
No entiendo cuando un delantero celebra apuntándole o disparando a la tribuna. Copia vernácula de otros distinguidos jugadores del mundo europeo. Como sea, Mora debió haber disparado a los de remera roja, del mismo modo que con ese tirito exquisito.
Veo su festejo, el de Teo (del tercero, tras robársela a Tula) y recuerdo algunos exponentes propios del pasado. Extraño a Percy Rojas, ese peruano que daba placer ver como puntero y que el defensor bilardista Camino, colgó en el partido clave de eliminatorias ahí también en el monumental. Nunca me entró en la cabeza aquella estrategia a favor del equipo de mi país, a los dos o cuatro minutos del primer tiempo. Teo, en cambio, me remite a nuestro Palomo Usuriaga. Y entiendo que desde que Sombra nos dejó, al Rojo no volvió ningún delantero con ese swing.
Nos faltó/a swing.
Lunati, cuenta Tití contento, lo termina a los 45. Y yo quiero seguir viendo a mi equipo intentando, por más que a River le anulen el quinto en clara posición adelantada. Pero no, el árbitro que en toda su historia nunca echó a un jugador riverplatense, no adiciona nada.
En casa mi hijo guarda la bandera porque mañana debe levantarse temprano. Tendrá (o mejor dicho hoy tiene) apenas dos horas porque el de geografía le avisó que el lunes no viene. Pienso en su espontáneo fin de semana largo. El de su profe previsor, claro.
También pienso en mi intendente contándole a los pibes del politécnico una semana atrás que esa es la mejor escuela del municipio.
"A todas les dice lo mismo", me ratificó un padre vicedirector de otra técnica, también este fin de semana.

¿Cómo se analiza un baile?, me pregunto. Bueno, los medios se encargarán de ir respondiéndome con el correr de las horas. Don Jorge lavolpiano, perderá la presión mediática. Ya tuvo suficiente con este encuentro y, probablemente vuelvan a deglutírselo para el clásico con Boca.
Tití insistió por la salud de Kraneviter, en esta búsqueda de drama/show, acaso consciente de que el negocio debía prolongarse al super, previsto en un par de semanas. Gabriela me había dicho que el cinco se llama igual que un amigo de Suiza, aunque su acento se asemeja más a la querida Paraguay.
Su lesión, fue después del trancazo que le tiró a Mancuello desde atrás, pero eso es humo sobre el agua ahora.
En las primeras mesas de debate televisivo, hay un periodista gallina que dice que el Independiente descendido jugó mejor que éste de hoy (por ayer) Otro, de Racing, hace un análisis sesudo mientras el único Rojo, ataja los penales como quien sabe que basta una manzana, para depositarlo cuanto antes al horno más cercano como obligado bocado.
Los mensajes continúan, pero a quién le importa. Estoy caliente por la derrota, como un pibe perdiendo el juego más estúpido. Dicen que apenas respirás ya empezás a perder, pero la frase tonta no alcanza. No hay que dramatizar, ya lo sé, el fútbol suele darte mas revanchas que la propia vida.
Atrás los goles, el insomnio, de frente, la ilusión de seguir vivo. Y bueno, cueste lo que cueste EL DOMINGO TENEMOS QUE GANAR.

No hay comentarios:

Publicar un comentario