viernes, 16 de mayo de 2014

Proeza



 "Proeza: Hazaña. Valentía, acción valerosa." (diccionario de la RAE)
Surgir frente a la adversidad, eso te hace fuerte, te hace madurar y sobretodo, da sentido a tantas horas de angustia, de sacrificio, de soledad.
El Rojo entra en la gran etapa de descuento y aunque hagan cola para diseccionarlo en mil pedazos, como cita una vieja frase, "la historia dice quién sos".
Ahora, palabras en desuso como temple, fortaleza, confianza, garra, huevos, energía, se le presentan al plantel de Omar De Felippe, casi como enigmas o acertijos, sin tiempo de descifrar.
Entonces, mientras los detractores destruyen literalmente a un plantel devastado por sus temores, por la falta de confianza, por un entorno miserable, ahí entonces, resurgen nuestros mitos interiores para recuperar la grandeza en cuatro partidos.
Al capitán de esta última travesía, rebautizado con un desafortunado apodo del malicioso Bambino Pons, como Nerón, le toca sacudir la fibra interna de un equipo castigado por los golpes, por el paso del tiempo, por los cuestionamientos pero también por sus dudas internas. Y mientras las fotos de este post refieren a otras proezas rojas que se sucedieron a espaldas de lo esperable (siempre fuimos el desobediente de los mandatos futboleros, mal que les pese a los demás), uno piensa en los ex pibes que deben surcar los últimos kilómetros y en los "experimentados", con la chance de hacer honor a un adjetivo valioso aunque pesado.
Si de historia se trata, las fotos memorizadas como un equipo perfecto se citan sin titubeos. Los goles al Santos de Pelé, Erico evitando superar los 43 goles por un contrato cigarrero (haciéndolo más generoso con su equipo y aún así siendo el goleador del futbol argentino de todos los tiempos), los nueve tipos del Bocha en el camino en Uruguay, la repetición como jingle setentista que nos hizo jugar tantos partidos (Bochini-Bertoni, Bochini-Bertoni), casi como un tandem de la liga de la justicia. Ni que hablar de el empate con ocho hombres en Córdoba (premonitorio de lo que vendrá?), la corrida de Percudani, el baile en Brasil por la última copa.
Más cerca, el cabezazo de Pusineri, pero también el obligado triunfo contra San Lorenzo, los tres goles necesarios para ganar la Sudamericana y el increíble 5 a 4 en la bombonera, antes de la debacle.
 Y ahora?
Ahora queda un interrogante a saldar. Sabemos que no siempre ser buena gente garantiza nada, menos en fútbol. Que muchos para arengar hablan de juego de hombres y en ese menjunje sostienen que todo vale: pinchazos, chicanas carusianas, incentivación grondoniana o (para hablar del presente) tinelezca.



No está en nuestro espíritu y ni siquiera (afortunadamente, la malaria también nos enseña cosas) a nuestro alcance pensar en arreglar partidos. Los 4 austeros que ganó el rojo en los treinta y largos años de presidencia de Grondona, lo ratifican por más que otros quieran mirar a otro lado cuando las estadísticas, no les cierra con sus teorías. (¿habría que ver cuántos campeonatos ganaron Boca y River en estos años ferreteros?)
Pero a no llorar. A mirar por últimos días adentro y pensar. A celebrar que exista un arquero como el Ruso Rodríguez, que no sale a cortar centros (Fillol tampoco lo hacía e igual fue uno de los mejores de la historia nacional), pero asume una personalidad de líder que merece respetarse más allá de todo.
Gabriel Vallés, castigado, burlado por sus limitaciones, se entrega más allá de los prejuicios que buscan laterales de firme estampa, algo para revisar. La pide siempre, obliga a su compañero de adelante a jugar, aún cuando a veces éstos se escondan.
La cosa en el medio es más compleja. El paraguayo Cáceres perdió una oportunidad increíble. A Tula le queda ancha la camiseta de patrón pero debería alguna vez, sobretodo en lo que queda, calzársela en serio. No tanto ataque con el cuchillo, ni pase de rosca, más bien una mirada sensata y la concentración para ordenar y ser prolijo. Lo mismo a Ojeda, abandonando el pánico de saltar en cada centro y recordar por qué, incluso en la adversidad, se ganó un lugar en la primera. Morel, para mí seguirá siendo una incógnita. Alternar garra e ineficiencia lo hace ciclotímicamente peligroso. Está obligado a cerrar su carrera de una manera decorosa. No se trata de faltas, si no de confiar en los suyos. El fútbol, a pesar de sus macanas, le está dando otra oportunidad.
La terapia intensiva pasa por el medio y es ahí donde el rojo necesita marcar la diferencia. Si Fredes quiere quedarse con su historia lacrimógena del día del descenso allá él. En cambio, yo prefiero pensar en aquel golazo a Banfield que casi nos da vida en esta segunda parte del Ascenso. Creo que la gambeta suya debe ir para adelante y que sus firuletes, aunque putee la hinchada, deben estar, para dar confianza, para creer que el paladar negro pasó alguna vez por las inferiores del último milenio. Para que el barrio lo sienta propio.
A Zapata le pedimos la garra que figura en su currículum. La confianza para patear (que, paradójicamente se vio en el gol anulado en Jujuy), sin revolearla, la convicción de que un pase bueno es medio avance y la certeza de que su sacrificio,al final del camino no será en vano.
Lo del Rolfi es más complicado, su entonación riquelmiana para describir el juego, contrasta de a ratos, con las determinaciones que toma en el partido. Engancha para el lado equivocado, pensamos muchas veces. Y engancharse es su tema. No colgarse con su historia en clubes ajenos, recuperar al mejor del 2002, ese que pide un tiro libre, como lo hizo en este torneo con Talleres o en Misiones o que asume los cambios de frente por un destino mejor. Te necesitamos fresco y atrevido Rolfi. Sabelo.
Con el Pocho ocurre algo parecido, pero debe levantar más la cabeza, mirar al compañero, dejar que sus firuletes nos den alegría y no temer que eso le juegue en contra. Por algo lo quisimos tanto y esta tercera vuelta debe ser un mensaje para quienes lo abandonaron o lo expulsaron mal del club. La gambeta en el último partido contra el cuervo que terminó por definir el último torneo, bien podría haber quedado emulada en el segundo gol contra San Martín de San Juan.
A Facundo Parra uno le pide más, porque sabe que, torpe o criterioso, el tipo siempre tiene un plus. No por nada es el máximo goleador del Libertadores de América, en tiempos de sequía. Es un valor y cuando dice (con la palabra y los goles) abre puertas a la esperanza. Lo mismo sucede con Pisano, uno de los pocos tipos que en este torneo se enoja si lo sacan. Eso es un aliciente que Don Omar, no puede obviar. Juguetito, o el pibe tiene un plus, por ser ex Chaca y por soñar con su gloria personal. A Penco, después de su moto con Ferro y un cabezazo de los de manual, hay que tirar un centro más de confianza. Con su voluntad por quedarse y la ilusión en plena paternidad, debe alimentar ese apetito de grandes gestas que cada jugador se lleva en el corazón, o en la memoria de futbol cinco chiquilín (léase, nuestro viejo potrero). Fernandez, Bellocq, Fede Mancuello (qué bajón arruinar tanto esfuerzo con la calentura del otro día que te condena casi a mirar todo desde afuera), Vidal, Pizzini y hasta Hilario, deben ser concientes de que esto va en serio.
Que Keblaitis, presidente interino, se haya manifestado quejoso no desde el bardo si no de la convicción de que estos tipos pueden dar un extra, un esfuerzo más, habla más del sentido común del hincha que no se guarda nada, sin perder las formas, ni el entusiasmo, aún en un barco de timón caliente.


Lo último se reserva para De Felippe, el hombre que nos devolvió una confianza impensada, sin hacerse el supertolohéroe, ni creérsela cual pendexchristiandiaz, ni vendiendohumo como Ramón o Brindisi, auguradores del exceso de confianza pero incoherentes al momento de asumir la verdad. Don Omar, sin dudas fue una brisa de aire fresco entre tanta calentura viciada de maldad y egoísmo egocéntrico.
A él le cabe motivar, revisar los últimos partidos, por qué no gritar y reclamar audacia. Con videos post juego, mentalidad de kamikase, si se quiere y frialdad de ajedrecista. Esa que a veces alcanza para poner paños fríos. Como la suela del gringo Giusti, la calma del negro Galván, la suficiencia de De la Mata, la desfachatez del Dani Garnero. El arte de nuestro único diez, el pivoteo del Cuqui, las gambetas de la vieja Reinoso, la testarudez de Percudani, la sanguinaria convicción de Norberto Outes para condenar a los arqueros, la garra de nuestro Olaf Trozzero. Que todo ese ADN y los que nos dieron sentido en esta opción histórica (la valentía de Pepe Santoro, la caradurez de Balbuena, el sacrificio del uruguayo Alzamendi, la prestancia del Chivo Pavoni, la exactitud de Magoo Villaverde), se concentre en los consejos del tipo canoso que nos ayuda. Y que los hijos (como los míos en la foto) se queden así, petrificados de alegría gozando del misterioso encanto de escuchar mil voces canturreando el DALE DALE DALE DALE DALE ROJO



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