miércoles, 12 de marzo de 2014

Huracán, Parra, ¿Y ahora?

"Está denso, no?", pregunta mi mujer. Las banderas dadas vueltas, le responden. También los murmullos en la platea antes del partido. Y sí, ya sabemos, está denso Independiente. Mala decisión para el día de la mujer, comentario que nuestra hija volverá a reprocharme a la vuelta. Con razón, aunque duela.
Así como digo esto, antes de la crónica de otro derrotero, debo destacar que con todo, la gente se fue tranquila, bah, en silencio por la calle. Ni el corte de luz en la mismísima Alsina, ¿propiciada por alguna mano amiga del intendente racinguista?, llevó a los miles de hinchas desencantados al descontrol.  Más tarde, después, me enteraría de lo de Parra.

Aclaro que no justifico su reacción, pero insisto, con mucho menos, el tipo dio más que la decena de fanáticos esperando al plantel para putearlo. Entiendo putear de bronca, no descargar siempre la ira, contra quienes nos representan. Aún jugando mal, pifiando penales.

La bronca, decía, se vio en las banderas dadas vueltas. No sólo la de las localidades que acompañan al Rojo, también la de Bebote que en una pretensión británica, dice que "sólo es un hombre". Muy hombre no se puede ser si colgás a tu mejor amigo (dos perros) , en señal de mensaje mafioso durante la semana. Lo denso, digámoslo, aunque dejemos el margen de la duda para pensar que este hombre no tuvo nada que ver, ("habría que prenderlos fuego a ellos", declaró tras el incendio de los quinchos, dejándolo más expuesto que antes) ya había arrancado antes.

Con buen tino (escaso en general, pero loable en la búsqueda de no alimentar a las fieras), la gente de comunicación del club, cambió las fotos de los rivales por una enunciación rápida de sus apellidos, a fin de evitar la ira contra ex jugadores de los vecinos y sobretodo, contra De Federico, el tipo que le hizo juicio a esta comisión, con no sé qué argumentos. Bueno, ¿quién no es capaz de hacerle un juicio a Independiente y sacarle un mango? También él y su botinera, tuvieron su bandera. Acaso Cantero & Cía, supuso que no enardecer evitaría una nueva carta documento.

Los aplausos con la salida del equipo bajaron rápido al estadio pero livianos. Al minuto, algunos se desahogaban de sus miserias y castigaban o advertían a quien todavía no la había tocado. Una mujer se ensañó con Villalba toda la noche, no era su día se notaba frente a tanto odio (ni el del jugador, ni el de la susodicha, contradiciendo el calendario de la dama).
Extrañamente, Penco, peleó todo lo que pudo al promediar el primer tiempo. De él vino el penal. Pisano, que siempre es criterioso, aparecía lejos de todo. A mi me da que desconfiar, cuando quien sabe encarar toma la decisión equivocada. Algo parecido ocurrió con Mancuello, único sobreviviente de esta noche desgraciada.

Lo del Rolfi se sabe, ex Huracán, odiado por TODOS los del Globito, asumió la responsabilidad y terminó dilapidándola, al mejor estilo contra Boca (aquella premonición que fue más que un fantasma, nos bajoneó la noche, al punto de hacernos suponer que no habrá bendito ascenso).

El gol de los otros no hizo más que desatar la furia. "No entiendo como los aplauden", gritan algunos, buscando sangre. Un pibe que no comprende cómo se regocijan los mismos hinchas de sus colores tirando mierda, primero pide paciencia, respeto, ¿sentido común? a una platea que por prepotencia no deja lugar a este sentimiento. Los imagino de regreso, a todos estos, haciendo luces en la autopista con esa violencia de potentado. Sí, esos mismos que dan cátedra de cómo jugar, cómo administrar, cómo supervisar a nuestros muchachos.


Faltando cinco minutos tengo ganas de irme, igual que el pibe que se levantó, avergonzado de compartir con estos extraños el club de sus amores. Circunstancias similares me suceden cada vez que escucho el "negro de mierda", fácil que se escupe en el entorno. O los cánticos contra bolitas y paraguas. Ahí, me vienen los inmigrantes socialistas del primer Independiente y, sospecho, una raíz histórica del club, en contra del cabecita. Deseo creer que no es tal.
Quería irme, sigo, no porque no hubiera chances de empatarlo (bueno, tampoco es que llegábamos al área rival con facilidad), si no por ese ambiente denso que nos arruinó la noche.

Qué club queremos?
Qué gloria buscamos, detrás del "hay que subir como sea"? Qué tengo que ver yo y los míos con la bestialidad colectiva que nos contagia. No todos los barras son villeros, ni toda las broncas, entendibles.

Salir con la manada, (por supuesto seguí el partido hasta el final) junto a mi mujer y mis hijos, paradójicamente nos devolvió la calma, aunque sacarse la mala vibra del entorno lleve tiempo. La gente respetuosa marchó apesadumbrada, más que con odio. Adentro quedaron, seguro los que después harían catarsis con Fredes, Parra, los pibes, Cantero.
"Que DeFelippe no nos deje", pensé y en este paralelismo obvio de retrotaer su nombre a Malvinas, supuse ilusionado que él no haría lo mismo que Galtieri hizo con nuestros pibes. Que así sea.


Después llegaron los palos infaltables mediáticos. Por suerte, esta vez, el cabaret de Boca, el penal inexistente de River, la conferencia delirante de Mostaza, frenó o disimuló la tormenta. Tormenta que continuaría con otros barras, otras tribunas, otros tiempos, otra fecha. El odio que, siempre es más sencillo de  manifestar, sigue entre nosotros.
"Papá, no sé si por un tiempo quiero volver a la cancha", me dijo mi hijo. No lo culpo. Si ese espejo, somos nosotros, habrá que esperar que termine de empañarse,  hasta volver a sacarle una mejor luz, que refleje lo mejor.



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