domingo, 15 de septiembre de 2013

#Independiente Carrera con obstáculos, quién fuera grande para sortearlos

El día gris se hizo laaargo e incluyó algunos guiños rojos, antes de arrancar para la cancha. Un vendedor de ropa, hincha fanático, se excusa por no poder concurrir al partido, por los problemas de salud de su hija. Una sospecha queda dando vuelta...si el hombre no estará inhibido por cuestiones legales.
Más tarde, siguiendo la paranoia, tres pibes alta llanta, parafraseando al gran Capusotto (¿de los naranjitas?) relojean los movimientos de un cajero automático.
Salida hasta la cancha, llegada tranquila, muy tranquila. Controles amables que huelen a zona liberada. Adentro del estadio, no tan lleno a las 15 y pico, recuerdan a los exclusivos obstáculos que
nos puso el Coprosede, o como se llame, haciendo de Independiente el único y PRIVILEGIADO club que debe hacer largas colas semana a semana, si juega de local. Primera factura a la osadía Cantero.
Adentro las barras en cada extremo del estadio (que se ve mejor, con un pasto más prolijo, huelga decirlo) cantan en sincro los nuevos himnos del rojo descendido y la promesa popular de no abandonar al club de los amores, menos en las malas. A uno de los grupos, instrumental (sí, aquel que le tocó la marcha fúnebre al turco Mohamed) se le "escapa" "Si esta no es la barra, la barra dónde está". Se celebra que la gente no les de pelota, aunque se supone, se imagina que con el primer gol en contra, el efecto dominó pidiendo la salida del presidente, se multiplicará casi como el mensaje anti K en simultáneo al que el grupo Clarín y sus socios, nos tiene acostumbrados.
El equipo arranca firme, pero sin profundidad. Parece un juego de hombres, el 5 Alderete, sorprende relevando como corresponde, aunque los cultores del buen juego sigan reclamando un Vargas, un Maranga y el ex de SM de San Juan, se mueva como el negro Galván (sí leyeron bien), después vendrá la expulsión y todo, como es costumbre hoy en Independiente, volverá a foja cero y será condenado de aquí a la eternidad. Parra colabora pero no luce, esa es su esencia, pero no se le puede negar la entrega.
Algo parecido ocurre con Vallés, si a Cáceres le perdonamos los revoleos, al chiquito 4 (¿un Gordillo, un Japonés Pérez?), le pedimos que se proyecte, le pegamos por el físico que no tiene, que gambetee, que marque al t

osco 9 verde. El gol vendrá por un error suyo en una devolución corta al arquero, un minuto después de haber elaborado un buen ataque. En el Rojo, los errores se condenan como voces divinas que señalan el fracaso con la liviandad de empresario ante el raje del primer laburante que debe blanquear.
Bien Pisano (el caprichito de Cantero que Brindisi no tenía en cuenta ¿recuerdan?), hay talento y todos lo sabemos, le falta un socio;
firme Villalba, entusiasta Zapata pero siempre tomando la decisión equivocada (dar pases cuando hay que patear y al revés), el Rolfi, ay Rolfi, qué decir, pide y se tropieza, tira una gambeta bárbara y después se confunde y nos confunde.
El taladro avisa y nos revisa la autoestima antes del cierre del primer tiempo. Así nos chorea el empate para que esta triste leyenda siga siendo tan real como hace un par de años.
NINGÚN DESCANSO
Así, empieza otro partido, el de los hinchas, el de los barras. Un grupo se queja de los aplausos y el aliento a los jugadores, piden por héroes que no están y, por supuesto que se vayan todos. Tienen ganas de bardear y se meten con el primero que se cruce. Así, José Gorrita que tiene unas ganas de empomar a alguien, termina fogoneando a un par de plateístas, la pelea sigue hasta que un pibe, le pega a una mujer. Sí, así, nuestros tiempos. La barra, desde la popu, no se la quiere perder y comienza a revolear el alambrado mientras la cana llega, para poner límites ¿o para provocar? Alguien acaso, en este pacto silencioso, corre a los que quieren romper todo. La gente aplaude. "¿Mirá cómo se ponen de acuerdo los barras, saben que el propósito es otro?", comenta un plateísta que sabe que la carrera desestabilizadora hoy se parece más a un juego de ajedrez y póker que a tres tiros de ruleta.
Arranca el partido, Vallés no se achica (¿imposible, no?) y se banca a los grandotes de Banfield, podrían ayudarlo un poco más. Y Laverni, Saúl Laverni, ahí, o mejor dicho aquí está, para ratificar su impericia. El delantero del equipo de Duhalde le pega alevosamente a uno nuestro y después simula lesión. Ahí el réferi lo acuna, le da un juguito, le manda el carrito y, lejos de sacarle la segunda amarilla, que es expulsión, le permite volver como si nada. Acá hay gato encerrado, podría decir cualquier neutral distraído, sin saber que la mayoría del continente rojo, está avispado y, de a ratos resignado; motivo que también nos hace pensar si el cambio de gobierno o de gestión interna, además de poner a los sátrapas en su lugar, colocaría a INDEPENDIENTE en carrera, o en sincronía en esta corruptela generalizada, de la que fuimos expulsados por bocones, por no ser criteriosos, por no hacer las cosas bien.
El gol, que aparece en el equipo a regañadientes y que, muchas veces eleva la sospecha de jugadores apretados o cuanto menos anoticiados. Llega, lo gritamos con más ganas de que sea Cáceres y no el Rolfi, el verdadero autor. Acaso felices por este idilio primaveral con el paraguayo y el divorcio mental que suele generarnos el diez, en esto de no hacerse cargo de a ratos de su condición de líder. Mal que nos pese, el mérito es del hoy más que nunca ex diez de Huracán.
José Gorrito tebardeoencualquiermomento se fastidia con el empate, "habrá que esperar más tiempo", piensa. Para volver a las camisetas a sortear, a la venta de reventas, a los negocios con Bebote y don Julio, a los puestitos de comidas (Bah, esos deben seguir), la playa de estacionamiento y tooooda esa proveduría que, al menos por el momento, quedó en suspenso.
Alguien que puteó a otro hincha "por villeroooo, negro de mierda y cuantos otros sinónimos que reflejan más sus prejuicios y su honrosa condición social, que las razones de la queja", termina callándose después de que el Ruso Rodríguez salva x 3 nuestro arco. El plateísta antivilla, se la había agarrado con el arquero un rato antes, por que sí, porque desde afuera, la sabiduría lleva a decir quién es bueno y quién malo, quién merece la inclusión social y quién la condena.
El Rolfi tiene la última, pero no llega, quizás hubiese cambiado su destino, se cree, como hace tantos meses.
Termina el partido. Vuelve el aliento y los aplausos que tanto molestan a los desestabilizadores. Justo es decir, que los aplausos son tibios, como corresponde. Este viaje será largo y hay que asumirlo como tal.
Ahi, los programas partidarios, surgirán para pedir por el Independiente de los años gloriosos, por repetir las peores cosas que nuestros vecinos dicen de nosotros, como si el color no significara nada para ellos. Para dar cátedra de buen juego, para decirnos que mejor sería que los Moyanos vuelvan, que "si no nos hubiésemos metido con la barra, con la cana, con don Julio". Como contrapartida, Cantero conservará ese hermetismo y su condición solitaria de mártir. Desentendiéndose de las renuncias, negándose a un diálogo necesario y sincero que lo obliga a no guardarse nada, errores propios incluídos.
Demasiados obstáculos para esta carrera que deberá ser larga si se trata de recuperar categoría. Categoría que nos haga hombres de verdad, sin prejuicios, nobles, tolerantes pero no ingenuos. Y todas esas cosas que la gente de bien nos enseñó de nuestro Independiente de Corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario