miércoles, 7 de agosto de 2013

Parra o el perfecto goleador

Aunque no parezca, desde este blog se habla de fútbol, acaso para intentar hablar también de otras cosas. No sólo acerca del "somos nosotros", con las contradicciones que representan en esto de sumar hinchas rojos y separarlos de barras, de los buenos simpatizantes, del deber ser rojo, si no también en pensar respecto de lo que se tiene y a aquello que se aspira.
En mi caso, debo decir que Facundo Parra siempre me pareció un tipo o más bien un pibe interesante para desacralizar al GOLEADOR nATO que el hincha rojo siempre reclama. Venido de un Chacarita descendido, fue símbolo del período Mohamed y sobreviviente de quienes idolatrábamos al Cuqui (sí, uno de los tantos que nos inhibió) y un desfachatado que con carácter y garra (mal que les pese a los buscadores de delanteros exquisitos, plateístas o no) logró convencerme.
Porque hay que ser bicho, pillo o realmente "cagarse en todo", para dedicarle un gol a una mascota. Me acuerdo, por ejemplo de Juana Molina haciendo lo propio con su Martín Fierro, compartiéndolo con su gatita. El comentario turbó a los entendidos de la radio y la tevé quienes enseguida salieron a condenarla. Hoy el vacío televisivo que dejó esta capocómica talentosa JAMÁS volvió a ser reemplazado por una mujer en la pantalla.
Volviendo a Facundito (que nada tiene que ver con aquel triste y célebre intendente de Buenos Aires), dista mucho de ser Forlán, Denis, Morete, el flaco Gareca  y Norberto Outes. Ni hablar del ruso Brailovsky, cuya habilidad, dejó a maltraer al bueno del Bocha (háganse cargo los memoriosos). Pero el tipo, calladito, metió tres golcitos fundamentales en la Sudamericana, se hizo cargo de su rol viniendo de atrás y, aún con las puteadas de los entendidos, está de vuelta.
Yo digo que con esto de HAY QUE VOLVER URGENTE, puteadas a Cantero blablabla y esto es Independiente, aflojemos un cambio. Nadie vuelve por portación de gloria y empecemos a asumir el transitar, el recorrido. Aflojemos con esto de sabérnosla todas y soñar con 11 Sergios Agueros en la cancha. Y no hablo de resignar paladar o pedir once picapiedras, pero sí de separar virtudes y defectos.
Y permitir que un jugador también nos sorprenda, como este que peló camiseta de Can una tarde y fue gladiador de una copa internacional en una década de vacas flacas.

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